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Asesoría Filosófica (2/3)

Asesoría filosófica– ¿Quién soy yo? Es decir, acabar de cuajar una identidad sólida como mínimo en sus dimensiones social, laboral, personal, amorosa y sexual.

 

– ¿Qué es el mundo? Es decir, ordenar una cosmovisión válida, coherente y sin contradicciones.

 

– ¿Qué puedo hacer? ¿Cuáles son los límites reales de mis fuerzas y capacidades, cuáles son mis valores y mis talentos, en qué puedo aportar más y de qué manera?

 

– ¿Qué debo hacer? Es decir, el desarrollo de una ética generada desde uno mismo (Luis Cencillo la llamará una ética autógena. No se puede vivir sin una ética, pero una vez más esta ética no puede imponerse desde fuera, sino que habrá que “alumbrarla” mayéuticamente desde dentro. Y para esto el terapeuta tiene que saber, como mínimo, fundamentar una ética y ayudar al paciente a que la realice. A veces no hay que complicarse demasiado y basta con que la persona comprenda que si no tiene el proyecto y la intención firme de ser buena persona, nunca podrá llegará a ser del todo feliz (a no ser que viva anestesiando continuamente);otras veces será necesario un desarrollo más elaborado, según la capacidad y las necesidades de cada persona.

 

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¿Cómo entiendo la terapia? (1/3)

Desde mi punto de vista todas las personas somos únicas, por lo que no valen los tratamientos “estándar”. Al contrario, lo ideal sería diseñar un modelo personalizado para cada caso, teniendo además los reflejos necesarios como para adaptarlo a cada nueva circunstancia de la vida, siempre cambiante, de una persona.

 

En psicoterapia es muy arriesgado generalizar. Lo que para uno es una cura para otro puede ser un veneno. Por eso habrá que ir decantando el modelo a fuego lento. En un diálogo mutuo, yo como terapeuta y tú como paciente, iremos explorando el terreno sobre la marcha y planteando las reglas de juego, los recursos y posibilidades de los que disponemos, hasta que las ideas vayan cristalizando, sin forzar las cosas ni esperar demasiado. El diseño del tratamiento llegará a su tiempo, ni antes ni después, caerá en su momento como un fruto maduro.

Lo que para uno es una cura para otro puede ser un veneno

Habrá que recurrir (o no) a las técnicas de escuela según se vayan necesitando y planteando objetivos adecuados para ti. Pero, por la propia naturaleza de la terapia (en el fondo somos libres, aunque esa libertad se encuentre ahora obturada) no puede haber reglas seguras, hojas de ruta, ni itinerarios prefijados.

 

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Terapia. Curación por la palabra.

curación por la palabra. Psicología humanistaTerapia. Curación por la palabra.

 

Sufrimos porque estamos desajustados. Sufrimos porque no somos realistas y no sabemos desear con madurez: constantemente nos inventamos (y nos inventan) falsas necesidades, metas tramposas, pseudo-objetivos vitales y existenciales que, una de dos, o son imposibles (y, por tanto, frustrantes) o –peor aún–, se revelan absolutamente frustrantes si se tiene la “suerte” de conseguirlos. Pero cuánto tiempo pasamos, eso sí, fantaseando con ellos (dinero, sexo, belleza…), ¡sólo para hacernos sufrir ante su falta!

 

Sufrimos porque no hacemos lo que debemos, es decir, porque no practicamos el BIEN sino el MAL. Así, directa, simple y claramente. Y cuando hacemos el mal nos vemos obligados a diseñar y a sostener toda una serie de montajes, excusas y mecanismos de defensa (que son los síntomas patológicos) para tratar, en vano, de “escamotear” ante uno mismo y los demás ese mal propio que nos negamos a asumir: nadie puede aceptarse a sí mismo como malvado (a no ser que esté profundamente enfermo).

 

Sufrimos porque nuestra identidad, nuestro sistema de mundo y de valores, y nuestra cosmovisión no son coherentes. Carecer de una filosofía ordenada confunde y desorienta. Pero las “filosofías” de cada uno no están depuradas sino cosidas a retazos, recicladas a golpe de “slogans”, de modas y de vigencias pasajeras, es decir, repletas de contradicciones. Se necesita una forma orgánica y UNITARIA de entender el mundo porque –dice el maestro Cencillo– no se puede obedecer a dos señores; antes o después mandarán cosas opuestas.

 

Sufrimos porque huimos de la Verdad (el juicio propio y solitario en la intimidad radical de la conciencia) y nos dejamos configurar por el prejuicio, por las habladurías, por las modas y vigencias que nacen de intereses espurios de mercado, de empresa o de gobierno (todavía peor) y que nunca (por eso mismo, porque no están diseñados para ello), puede llegar a satisfacer realmente las necesidades psicológicas de nadie.

 

Sufrimos porque estamos siempre PERDIENDO EL TIEMPO EN LO TRIVIAL, enganchados a gratificaciones insustanciales debido a que no tenemos objetivos reales por lo que merezca la pena luchar. Y luego nos quejamos de que nuestras vidas carezcan de sentido.

 

Sufrimos, en fin, porque vivimos en una farsa, en un baile de máscaras hechas de dolor psíquico. En una mentira.

 

El resultado: depresiones, fobias, obsesiones, compulsiones, apegos infantiles, complejos, reacciones desmedidas e irracionales… Que no son más que intentos escapistas para huir de nosotros mismos (vano y doloroso intento). Y lo hacemos porque no nos respetamos (sino, no nos engañaríamos), porque NO NOS TOMAMOS EN SERIO a nosotros mismos ni a nuestro propio destino.

 

Hoy, todo lo serio y sustancial ABURRE (o ASUSTA) y todo lo trivial e insignificante DIVIERTE (pero es una diversión compulsiva y sufriente). Y el entretenimiento vacuo no puede, de ninguna manera, hacer una vida completa. Queremos ser niños viviendo en un algodón de azúcar, en un huevo de seguridad amniótica. Y eso no es realista. Seguimos siendo psíquicamente niños.

 

Pero cuando el proyecto de toda una vida es una NADA nos resentimos en la angustia del vacío. Y nadas son –para que quede claro–: el poder, el dinero, el sexo, los coches, los pisos, etc. Nada de eso satisface DE VERDAD (profundamente y a largo plazo) sino que, al contrario, genera, las más de las veces, enganches y adicciones (deseo incolmable lo llamó Lacan). Sin un proyecto real y humano (no egoísta), sencillamente, no se puede vivir bien.

 

Y precisamente para esto (madurar, superar el sufrimiento y reajustar la personalidad en lo real) es para lo que vale la TERAPIA. “Curarse” es disponer siempre de toda nuestra energía para dinamizarla creativamente en proyectos reales y maduros.

 

Lo difícil es encontrar un buen terapeuta: filántropo, experimentado y libre de escotomas propios. Lo que importa es, por cierto, la calidad personal del terapeuta y no su escuela-feudo. Aunque lo habitual es dejarse engañar por aprovechados y farsantes como, desgraciadamente, lo son la mayoría (esto es signo de los tiempos, ya nadie quiere ser un buen profesional [de lo que sea] sino, como mucho, parecerlo y cobrar por ello, siempre bajo la ley del “mínimo esfuerzo”). Hay que tener cuidado porque el mal terapeuta tratará de engancharnos “regalando nuestros oídos” y eso es reproducir la MENTIRA dolorosa de la que queremos liberarnos. Porque eso, y sólo eso, es lo que enferma: la M E N T I R A.

Autoconocimiento. Un pequeño ejercicio para tomar conciencia

mirada puraSi quieres, puedes hacer ahora este pequeño ejercicio. Sólo te llevará un par de minutos.

 

Intenta recordar cómo te sentiste la primera vez que mentiste, la primera vez que te falsificaste o que traicionaste tu ética, la primera vez que hiciste algo de lo que luego te arrepentiste o la primera vez que intentaste escurrir el bulto culpando a otro. Intenta recordar cómo te sentías esas primeras veces en las que decidiste actuar mal conscientemente (aunque sea por algo que ahora, desde tu edad actual, te parece una tontería). Puede que fuera en la primera casa en la que viviste, con tus padres o hermanos, ¿recuerdas?

 

Ahora intenta pensar en alguna ocasión en que hayas actuado mal, pero esta vez en tu edad adulta , lo más cerca posible del momento presente. Procura que ambos recuerdos sean muy vívidos. Céntrate sobre todo en tus emociones de infancia.

 

Bien, ahora compara cómo te sentiste entonces y cómo te sientes ahora cuando actúas sabiendo que no lo haces bien . Probablemente descubras que las primeras veces lo pasaste fatal y que ahora, prácticamente no sientes nada. ¿Te das cuenta?

 

Y, ¿qué es lo que ha pasado? Por desagradable que sea decirlo, lo que ha pasado es que tu sensibilidad se ha embotado, de algún modo, has conseguido anestesiar tu conciencia moral.

Lo que ha pasado es que tu sensibilidad se ha embotado, de algún modo has conseguido anestesiar tu conciencia moral.

Digamos que te haces trampas en un vano intento de no darte cuenta, de no ver lo evidente, de esconder la basura debajo de la alfombra. Pero, en el fondo y aunque no se vea, sabes que está ahí.

 

Este ejercicio (casi me siento como si te hubiera echado una regañina y te pido perdón por ello) puede valer para tomar conciencia de lo lejos que vivimos de nuestra verdad más auténtica y de la cantidad de mecanismos de defensa que hemos construido para evitar sentirnos responsables.

 

Muchas personas están tan acostumbradas a la mentira (algunos puestos de trabajo casi la requieren como condición obligatoria) que ya se han convertido en una rutina. Pero, lógicamente, eso tiene un precio.

 

Para vivir desde la mentira hay que falsear la realidad, construyendo todo un montaje interno que mantenga la ficción. Y no es fácil maquillar las cosas para que parezcan distintas de lo que son. Poco a poco nos iremos montando una serie de andamiajes, más o menos precarios, que nos “alejen” de nuestro centro (porque permanecer en él duele, ya que nos hemos traicionado).

 

Así que para “acercarnos” habrá que ir desmantelando todo nuestro aparataje defensivo, hasta desnudarnos sinceramente frente a nosotros mismos. Sólo podremos disolver la mentira encarándola con sinceridad y coraje. Para ello te propongo que sigas profundizando en ti mismo realizando los siguientes ejercicios.

Terapias corporales

terapias corporalesTerapias corporales

 

Las relaciones, interacciones y recíproca influencia entre todos los niveles del existir humano desde lo corpóreo hasta lo psíquico (pasando por lo emocional, afectivo, sexual, etc.) son fundamentales en procesos terapéuticos y de crecimiento personal. No es posible ya mantener la limpia distinción cartesiana entre el sujeto psíquico y el corpóreo. Soma y psique, cuerpo y mente (o alma) son una unidad funcional indisociable y orgánica: todo cambio (para bien o para mal) en una de estas instancias afectará irremediablemente a la otra, siendo más importante la RELACIÓN o INTERACCIÓN entre ambas (que es el espacio donde propiamente existe la persona) que cada una por separado.

 

Las relaciones entre el cuerpo y la mente se dan, de hecho, en cuatro direcciones distintas: la mente puede enfermar o sanar al cuerpo (actividad psicosomática) o, viceversa, el cuerpo puede sanar o “enfermar” la mente (lo que algunos llaman actividad somatopsíquica).

 

En terapia ya se reconoce que la mayoría de las alergias, afecciones cutáneas y del aparato digestivo y respiratorio, entre otras, son afecciones psicosomáticas que tienen mejor pronóstico con tratamiento psicológico que estrictamente orgánico (hay infinidad de estudios en este sentido aunque la medicina española – no así la de otros lugares, como la alemana, por ejemplo– aún insista, incomprensiblemente, en modelos “organicistas” más que superados).

 

Muchas de las escuelas que trabajan terapéuticamente con esta identificación psicosomática consideran además que en el cuerpo queda “cristalizado” un registro (como las anillos de un árbol) de las relaciones emocionales con los demás y con el entorno (desde la infancia) que pueden descubrirse y, en su caso, sanarse, a través del estudio postural, zonas de tensión muscular, esquemas sensoriomotores, “bloqueos” energéticos, pinzamientos, etc. Incluso se habla de una “coraza corporal” diferente para cada psicopatología: coraza neurótica, psicótica, etc.

 

Una de las escuelas más interesantes en este sentido es la bioenergética de Alexander Lowen (basada en las aportaciones de Wilhelm Reich).

 

Hay muchas otras escuelas que dan más o menos importancia a estas relaciones, desde el psicoanálisis (con la histeria, por ejemplo) hasta ciertas formas de psicodrama. Sin olvidar las que vienen de oriente y que más o menos descafeinadas se aplican en occidente como acupuntura, tai chi, yoga físico o hatha yoga, chi kung, trabajos con chakras, respiración, cuerpo pránico o energético, tantra, artes marciales, taoísmo, kundalini yoga, etc.

 

Y aún otras como la terpia craneosacral, el masaje terapéutico, la danzaterapia, etc. Aunque, tal vez sea demasiado pretencioso llamar terapia a lo que sin duda son técnicas efectivas (que tienen su incuestionable validez en ciertos ámbitos) pero que no alcanzan, la categoría de una verdadera terapia que pueda reintegrar al individuo total consigo mismo en todos sus niveles (afectivo, emocional, sexual, cognitivo, filosófico…) en un determinado medio social más o menos incompatible con la salud psíquica. El problema, suele ser, la escasísima formación psicológica real (que incluye conocimientos de antropología, filosofía, psicoanálisis, teoría de sistemas y un largo etcétera) por los “terapeutas” que suelen aplicar estas técnicas.

 

Por supuesto la psicología académica española ignora profundamente este amplio abanico de posibilidades terapéuticas.

Objetivos de una terapia. Para qué sirve una terapia (2/3)

objetivos de una terapia psicológica– Hallar las claves (hace tiempo perdidas) del propio malestar, y recuperar o construir las herramientas necesarias para enfrentarlo. O, dicho de otro modo, encontrar el mapa que conduce al tesoro de nosotros mismos.

 

– Fortalecer las partes buenas y sanas del propio carácter, al tiempo que vamos disolviendo los terrones de dolor y sufrimiento que nos habitan. Hay que desechar o aceptar todo lo negativo, que es lo que hasta este momento nos viene confiriendo una pseudo-identidad falsa y dolosa.

 

Pero, como en la muda de la piel de la serpiente, no podremos deshacernos de lo viejo hasta que una nueva identidad no se halle ya lista para emerger, por lo que habrá que montar el armazón de una nueva forma de ser, sana y adulta, o lo que es lo mismo, habrá que construir una trama válida para sostener nuestras vidas, al menos una primera percha sólida y estable sobre la que ir colgando todas las demás.

 

En esta misma línea, la terapia persigue aclarar la propia identidad, saber quién es uno y acertar a vivirse firme y plenamente como tal, desde nuestro centro y desde nuestra verdad personal única e inalienable. Tal vez esto sería lo más esencial de todo el proceso: poder llegar a vivirse auténticamente, sin mentiras ni autoengaños. En definitiva, llegar a ser uno mismo y aceptar (y amar) lo que se es, poco o mucho (normalmente, más bien poco). O sea, asumir plena y humildemente la propia identidad.

 

– Conectar con un bienestar profundo, elástico y continuado, incluso en momentos de dolor o dificultad, de tal manera que casi nunca (o sólo en una situación realmente extrema) se sienta uno desbordado por las circunstancias e incapaz de hacerse cargo de la propia vida. O sea, sentirnos libres y ligeros, sin cargas que nos oneren.

 

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Funciones de una terapia psicológica (3/3)

– Función existencial: Ayudarnos a aclarar nuestra “filosofía” vital, el sentido de nuestra vida. Es muy importante saber para qué vivimos, la vida nos sobra si no tenemos un porqué, un sentido o una dirección, por lo que nunca podremos estar seguros de si avanzamos o retrocedemos. Cuando un barco no sabe a qué puerto se dirige, no encuentra ningún viento favorable.

 

Cuando un barco no sabe a qué puerto se dirige, no encuentra ningún viento favorable.

– Campo de pruebas para la vida y para trabajar nuevas habilidades. En el espacio terapéutico puede ensayarse, con red de seguridad, aquello que se teme, y también empezar a desarrollar nuevas habilidades y características personales. Lo más habitual es aprender habilidades sociales o refinar las que se tienen, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones con el otro sexo.

 

Suplir las carencias que se dieron encarnando los roles paterno y materno

– Guía para el autoconocimiento profundo. Un buen terapeuta puede ejercer, hasta cierto punto (y sólo mientras sea estrictamente necesario), de guía vital o de «maestro existencial». A través de ejercicios y de la interpretación de la vida profunda (sueños, deseos, fantasías), y por su propio conocimiento de la vida anímica, puede ofrecer un modelo válido que el paciente tome para sí.

 

– Otras funciones no menos importantes serían: descongestionar la parte emocional, escuchar activamente, comprender incondicionalmente, orientar, nutrir el alma (y hasta acariciarla si hace falta), ayudar a aclarar la propia trama psicofamiliar, investigar el origen de deseos, intereses y fantasías para aprender a controlarlos, etc.

 

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Práctica de carta al niño que fuimos (2/2)

niño interior, nino secreto, ejercicio de conexión con uno mismoSólo tienes que intentar ser sincero y auténtico. Escribe una primera carta de la extensión que desees, no te cortes en decir y en contar todo lo que quieras de todos los ámbitos de tu vida.

Sólo tienes que intentar ser sincero y auténtico.

Una vez que tengas esa primera carta recuerda que por la máquina sólo puede pasar un papel, así que cuando acabes la carta larga intenta sintetizarla en una sola cara. ¿Qué es lo esencial de lo que te has dicho? ¡No pierdas esta oportunidad de hablar contigo mismo!

Cuando hayas acabado, aparca la carta en algún sitio. Si la has escrito con el ordenador, mejor imprímela para tener un objeto físico y poder guardarlo. Deja que repose dos o tres días. Estáte atento a tus sueños de esos días y a tus sensaciones y sincronías. Luego vuelve a leerla. Aún tienes otra oportunidad de cambiar algo. ¿Has sido totalmente sincero? (recuerda que escribes sólo para ti y que engañarte no tiene sentido, sólo te hará perder tiempo y sufrir más). ¿Cambiarías algo de la carta? ¿Tienen relación algunos de tus sueños o vivencias de estos días con los contenidos de la carta? Si has sido sincero, es muy posible que así sea. A veces los sueños corrigen o amplían información.

 

En un segundo momento, al menos un par de días después de la revisión, haz el ejercicio inverso. ¿Qué te diría a ti, con tu edad actual, aquel niño que fuiste, si pudiera escribirte una sola carta?

 

Por supuesto, puedes jugar y adaptar este ejercicio como quieras. Ésta es sólo la forma que te propongo y como yo suelo realizarlo, pero a lo mejor tú quieres hacerlo como en una representación teatral o un psicodrama, interpretando ambos papeles; o puedes escribir un diálogo entre tu yo actual y tu yo niño, o, incluso interpretarlo (siempre que lo puedas grabar en audio o vídeo; para que luego puedas revisarlo), etc. En principio, recomiendo la sencillez y la espontaneidad (pero tal vez en ti lo espontáneo sea ser complejo), lo que importa son los contenidos y no la calidad o la originalidad del ejercicio.

Lo que importa son los contenidos y la sinceridad y no la calidad u originalidad del ejercicio.

Todos los elementos que te ayuden a meterte en el papel: recordar juegos, juguetes, personas, amigos de entonces, familiares o fotos, pueden ser útiles.

 

Éste es un ejercicio catártico muy fuerte. Si te da miedo o no te sientes preparado, mejor no lo hagas tú solo y realízalo con la ayuda de alguna persona cualificada o en la que confíes.

 

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Objetivos de una terapia. Para qué sirve una terapia (3/3)

objetivos terapéuticos– Controlar nuestra propia conducta y nuestros deseos, y no que ellos nos controlen a nosotros. Asumir la propia vida para protagonizarla y vivirla con plenitud en lugar de aspirar a protagonizar la vida de otro que se percibe como más bella o más rica que la propia. Es decir, superar las dependencias emocionales.

 

– Aprender a sostenerse uno mismo, y por sí mismo, sin necesidad de depender de nada ni internamente (pensamientos repetitivos u obsesivos, rituales de tranquilidad, etc.) ni externamente (sustancias, personas, etc.). O sea, tener la suficiente solidez como para sujetarnos (“ser sujetos”) a nosotros mismos y a nuestro mundo. Podría decirse que todos estamos obligados a ser el “atlas” que soporta el peso del mundo (de nuestro mundo) sobre las propias espaldas.

 

– Aprender a relacionarse adecuadamente con los demás: familiares, amigos, pareja… y aprender a dar y recibir lo justo, sin invadir a los demás ni dejarse invadir por ellos, sin exigir demasiado y sin darse demasiado (tanto que correríamos el riesgo de perdernos). Es decir, saber manejar y gestionar la dialéctica de lo propio y de lo ajeno.

 

– Administrar adecuadamente los medios y los fines (sin pagar enormes precios por ganancias ínfimas, normalmente de orden afectivo) y responsabilizarse maduramente de las consecuencias de nuestros actos. Una terapia casi siempre incluye un elemento de maduración, responsabilidad y crecimiento personal.

 

– Aceptarnos como somos, ni más ni menos, y reconciliarnos con el propio pasado, físico, edad, limitaciones, etc. O sea, aceptar lo que hay, sin idealizarse ni rebajarse. Podríamos llamar a esto una ducha “fría” de realidad.

 

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Carta al niño que fuimos (2/4)

carta al niño interior. Niño secretoY así nos sentamos a escribir una carta al niño que fuimos. ¿Qué le diremos, en qué términos nos dirigiremos a él, qué sentimientos y qué reacciones nos provoca? ¿Hemos sido fieles a sus ideales o le hemos traicionado? ¿Nos sentimos culpables por no haber intentado cumplir nuestro sueños o, al contrario, estamos satisfechos con cómo hemos venido dirigiendo nuestra vida hasta el presente?, etc.

 

Es muy posible que tomemos conciencia de que, en algún momento, erramos el camino, es decir, de que en algún momento empezamos a alejarnos de nosotros mismos, a perdernos en la espesura. Si es así, sería muy conveniente profundizar en ese sentimiento, por muy doloroso que resulte. ¿Somos capaces de aislar el momento o los momentos en los que perdimos la autenticidad/inocencia? ¿Cómo paso? ¿Qué hicimos y por qué? ¿Cómo lo justificamos ante nosotros mismos? ¿Qué significa, para nosotros, ser auténtico o inocente?

¿Somos capaces de aislar el momento en que perdimos la inocencia?

Por supuesto puede ocurrir (lo que, evidentemente es muy excepcional en la clínica) que la práctica de este ejercicio nos deje reconfortados y revitalizados y que nos permita recuperar apaciblemente aquellas sensaciones de autenticidad y de viveza. Puede que incluso nos sintamos orgullosos de haber ido consiguiendo las metas que nos propusimos o de haber sabido renunciar a ellas maduramente. En estos casos aún solemos conservar una cierta sensación de sana inocencia que, en cierto grado, es esencial para una vida plena (ojo, inocencia, que no ingenuidad).

 

Por supuesto, una parte muy importante de la carta puede referirse a nuestra actual y pasada relación con los padres, lo que suele aportar claves importantes sobre nuestra manera de relacionarnos actualmente con otras personas de nuestra vida, especialmente con la pareja si la hay, los amigos íntimos y las figuras de autoridad.

 

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Práctica de carta al niño que fuimos (1/2)

NIño interior. Niño secreto.Coge papel y lápiz o un ordenador, como te sea más cómodo.

 

Realiza el ejercicio de conexión con el centro. Respira hondo varias veces intentando no pensar en nada, simplemente siente cada una de tus respiraciones. Sitúa tu atención en el cuerpo y no en la mente, sobre todo en el pecho, a la altura del corazón. Déjate sentir lo que hay allí, lo que te salga, sin distorsionarlo ni juzgarlo; que tu mente no tape tu corazón. Esos sentimientos no son buenos ni malos, son lo que son, no los adulteres poniéndoles palabras. Deja pasar por lo menos un par de minutos dedicado sólo a sentirte a ti mismo.

 

Ahora intenta recordarte de pequeño, pero una vez más no lo hagas desde la mente sino desde el centro, desde el corazón, desde el sentimiento. Intenta sentirte tal y como te sentías entonces. Puedes utilizar cualquier recuerdo que te venga. ¿Qué personas hay a tu alrededor? ¿Dónde estás? ¿Qué sientes? ¿Qué quieres? ¿Cuál es la edad con la que te ves?

 

Probablemente esa edad, la que a ti te venga, sea aquélla con la que, por lo que sea, mejor te vendría entrar en contacto. Muchas veces he podido comprobar una sabiduría natural que nos guía justo a los momentos y los acontecimientos de nuestro pasado más relevantes o a aquéllos que aún están esperando solución. A veces sólo hay que tirar un poco del hilo para desatar el nudo. Así que si te viene algo, no intentes forzar las cosas, escúchate y atiende al mensaje que te estás dando a ti mismo, atiende a la sabiduría profunda de tu propio inconsciente. Si no te viene nada o no te ves en ninguna edad determinada, puedes verte con la que quieras, por ejemplo con 7 u 8 años.

Atiende al mensaje que te estás dando a ti mismo, atiende a la sabiduría de tu inconsciente.

Ahora imagina que tienes una máquina del tiempo por la que puedes hacer pasar sólo un papel. Al otro lado de la máquina estás tú mismo cuando tenías justo esa edad con la que te has visto. Intenta “meterte” en el ejercicio y creerte la situación al máximo. Otra persona puede ayudarte a ello (por ejemplo, leyéndote estas instrucciones). Ahora abre los ojos y empieza a escribirte una carta a ti mismo cuando tenías esa edad. Empieza con un “querido/a” seguido de tu nombre; y luego continúa como te salga, sin pensar demasiado ni pretender ser literario (ni tampoco lo contrario).

 

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Qué es una terapia psicológica (1/2)

Hay muchas maneras de entender qué es una terapia, lo que por supuesto no quiere decir que todo vale. Aquí ensayo algunas definiciones:

 

Una terapia es…

…un proceso de autoconocimiento que nos descubrirá verdades profundas sobre nosotros mismos y nuestro mundo.

Una terapia es…

…una aventura compartida entre dos, o más, personas que irá clarificando nuestra vida al hilo de una comunicación sincera y amorosa.

Una terapia es…

…un proceso de crecimiento y de maduración que nos ayude a asumirnos como somos, a contactar con nuestro centro y a liberar nuestro fondo natural de creatividad y de disfrute innato.

Una terapia es…

… la búsqueda de la armonía entre cuerpo, mente, alma y espíritu.

Una terapia es…

…una búsqueda de las claves existenciales que nos permitan llegar a un mayor grado de hondura y de plenitud vital.

Una terapia es…

…un camino interior cuyo destino somos nosotros mismos, un camino que nos conducirá a un horizonte existencial más amplio y luminoso.

Una terapia es…

…la forja de una identidad más válida, más genuina y mejor arraigada, que nos aclare suficientemente, sin deformaciones ni espejismos, quiénes somos.

Una terapia es…

…un periplo épico en el que despertaremos y entrenaremos al héroe mítico que todos llevamos dentro para que, armado de valor y de verdad, se enfrente y derrote a los monstruos que nos habitan.

 

Seguir leyendo: qué es una terapia 2/2